El destino del remordimiento.



La culpa arrastra lamentos, como olas que quiebran en las orillas de mi conciencia, carcomiéndola con el tiempo, ganado terreno desquiciándome...

Arrastrándome hacia nuevos puertos dominados por la locura y es la culpa que reverbera dramatizando los hechos una y otra vez como un disco rayado mientras todos los errores aparecen magnificados, insoportables y grotescos.

Caigo sobre mis rodillas sin poder lidiar un segundo más con esto y miro mis manos arquitectas de esta fatalidad y las desprecio y me hago consiente de ella, de el daño realizado y la culpa da paso a la vergüenza.

Y me oculto de mi mismo, soy un prófugo de mi moral, de mis sueños e ideales; soy presa de la culpa que ahora devora mis entrañas como Prometeo encadenado.

La confesión esta a puertas de mi boca esperando a un descuido de mis labios para salir abruptamente.

Luego confieso en un grito desaforado, pero la culpa nunca calma, ella persiste señalándome, condenándome, asfixiándome hasta el último respiro que me conceda la muerte.

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